Review de la banda sonora ODIO EN LAS ENTRAÑAS Henry Mancini de Quartet
¿Sabías que Henry Mancini también compuso una de sus obras más íntimas y desconocidas lejos del universo de Blake Edwards?
¿Por qué fue rechazado el primer score de The Molly Maguires y cómo influyó eso en la elección final de Mancini?

Descubre The Molly Maguires soundtrack de Henry Mancini editada por Quartet Records.
Te damos los detalles de la edición en cd de Quartet de la banda sonora ODIO EN LAS ENTRAÑAS y nuestra opinión sobre la misma, así como sobre la partitura del autor.
ODIO EN LAS ENTRAÑAS Banda Sonora Original de la película


Edición CD
Más de 20 minutos de pistas inéditas y versiones revisadas y alternativas
Cuadernillo interior de 24 páginas
Incluye La partitura no utilizada de Charles Strouse
Quartet Records y la recuperación definitiva de The Molly Maguires
En su firme voluntad por rescatar aquellas partituras para la gran pantalla pertenecientes a la segunda mitad del siglo XX que han quedado descatalogadas o bien nacieron incompletas en sus respectivas ediciones discográficas, el sello Quartet Records fijó su atención en la música escrita por Henry Mancini para The Molly Maguires (1970).

Casi de manera unánime considerada por los especialistas como una de las piezas de pura orfebrería compuesta por Mancini fuera de los dominios de sus trabajos para Blake Edwards (su auténtico valedor en el medio cinematográfico), The Molly Maguires no resultó un encargo directo por parte de los productores y/o del realizador de esta producción ambientada en la Pensilvania de finales del siglo XIX en una cuenca minera, allí donde el movimiento sindical trata de hacerse fuerte con la presencia de la sociedad secreta originaria de Irlanda que da nombre al título del film.

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La partitura rechazada, el caso Strouse y la decisión de Paramount
En 2013 la compañía discográfica Kritzerland publicó la integridad de la música compuesta por Mancini con el añadido del rejected score de Charles Strousse (1928-2025), con un total de una decena de tracks que dan la medida de las intenciones de su autor.

Casualmente, la muerte de Strousse (un compositor más vinculado a la escena teatral que al espacio cinematográfico) ha coincidido con la edición de Quartet Records, más cuidada si acaso que la de Kritzerland al incluir una carpetilla con un texto obra de Jeff Bond con un título (The Spy Who Came from the Mine) que remite a uno de los films "indispensables" en la obra cinematográfica de Martin Ritt, a la sazón coproductor de Odio en las entrañas, el título escogido para su estreno en nuestro país.

Al atender a los primeros pasos privados de The Molly Maguires la Paramount objetó lo inadecuado del score concebido por Strousse, quien un par de años había sido el reemplazo de urgencia para George Bassman (1914-1997) en la producción de Bonnie y Clyde (Bonnie & Clyde, 1967).

La propuesta de Strousse para la ocasión resultó tan sencilla como eficaz, puntuando la acción de un film que pronto alcanzaría rango de clásico, no precisamente por su acabado musical.

Quizás Strousse estuviese confiado que la sencillez de aquel trabajo podría asimismo bastar para un proyecto cinematográfico como el de The Molly Maguires, una melodía funcional arraigada al folclore irlandés parecía suficiente para cumplir el expediente.

Pero, a tenor de los cortes escuchados en la edición de Quartet Records que llevan la rúbrica de Strousse, prorrogaría el tono folclórico vivaz y expresivo de Bonnie y Clyde en algunos de sus tramos, y en otros deja al descubierto su dificultad a la hora de penetrar en el tejido humano y emocional del relato, consignando una melodía que podría tener perfecto encaje en la hacienda del rock sinfónico que se estilaba en aquella época, y en particular el denominado "sonido Canterbury", al que se aplicaron bandas como Caravan, Camel o Soft Machine.

Mancini fuera de su zona de confort y una reinvención inesperada
Consciente de la necesidad de tomar distancia para con un sonido que le hizo fácilmente reconocible, pero que podría tener un efecto contraproducente al medio plazo, Mancini dio directrices a su agente a la hora de aceptar propuestas encaminadas a ampliar su paleta musical.

La producción de The Molly Maguires supuso una ocasión pintiparada para consagrarse a un dibujo musical mucho menos predecible, valiéndose eso sí de su capacidad innata para elaborar melodías.

Sobre la base de una melodía (con algún leve parecido a la creada por el propio Strousse, no se sabe si de una forma intencionada o no) que compuso en un corto espacio de tiempo, Mancini acertó en el "diagnóstico" de lo que debía sugerir la escucha de la partitura coaligada a unas imágenes que por expreso deseo de Martin Ritt diese la impresión que era una película en color "pensada" en términos de blanco y negro.

Del mismo modo que Ritt y el veterano cameraman James Wong Howe experimentaron con las imágenes hasta llevarlas al extremo de un degradado de colores que requirió de la transformación parcial del paisaje natural, Mancini tocó las teclas pertinentes a nivel instrumental hasta dar con la solución de combinar el arpa (no en vano, el instrumento que luce en su bandera, algo ciertamente excepcional a nivel mundial) con las flautas con el acople de la sección de viento metal representadas en el empleo de trompetas y trombones, y de la percusión en determinados tramos de sus líneas melódicas.

En particular, el empleo del arpa razona sobre la idea que James McParland (Richard Harris, "el espía que vino de la mina" al que hace referencia Bond en su documentado y exhaustivo ensayo) se encuentra "suspendido" en un alambre, pudiendo en cualquier momento ser descubierto por los Molly Maguires si baja la guardia.

Como ha expresado en diversas ocasiones Danny Elfman, un músico debe convertirse en un psicoanalista para ejercer de compositor cinematográfico.

A tenor de lo ocurrido con el score que computaría en el montaje final de The Molly Maguires, Mancini se aplicaría en este sentido, procurando una partitura que asimismo adquiere "vida propia" fuera de las imágenes en aras a recrearse en el puntillismo de su acabado musical, precisando para la ocasión del concurso de Leo Shuken y Jack Hayes, quienes ya habían colaborado con Martin Ritt en la producción de Un hombre (Hombre, 1967), otro de los títulos imprescindibles en la filmografía del más veterano de los realizadores de "La generación de la televisión".
Esta review ha sido escrita con todo el amor del mundo por las bandas sonoras por:

Christian Aguilera
Director de la revista Seqüencies de cinema y la web www.cinearchivo.net (2001-2023). Autor de libros sobre compositores de música de cine como Jerry Goldsmith, John Williams, John Scott y Bernard Herrmann.
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¿Por qué nace Todo Soundtrack?
Desde mi adolescencia, las bandas sonoras han resonado como la música de fondo de mi vida, no solo realzando las películas que me encanta ver. En los años 1987 y 1988, mi vida tomó un giro decisivo y la música de las películas que disfrutaba en el cine o que alquilaba en el videoclub se transformó en mi ancla. No obstante, solo recientemente he tomado plena conciencia del papel crucial que desempeñó en aquel entonces.
"Fievel y el Nuevo Mundo" (An American Tail, 1986), una obra del gran James Horner, fue la primera banda sonora de película que adquirí en un diminuto establecimiento especializado ubicado en la calle Andrés Borrego, en el corazón de Madrid. Fue en Cinescor donde mi viaje comenzó.





